
Alguna vez he escrito sobre los refranes, y el uso del castellano antiguo en el habla gaucha, que algunos confunden con dialecto, pero recordaré hoy a Ambrosio Althaparro, nacido en 1875, autor de “De mi pago y de mi tiempo” quien nos cuenta sobre la costumbre que si tenían los paisanos, de cambiar los nombres y apellidos. Es dable recordar que siempre aclaraba el escritor, que solo contaba lo que había visto y no lo que le habían contado.
Escribió Althaparro: “El gaucho tenía una marcada propensión a modificar a su antojo algunos nombres: y aún, en el caso de que se intentase corregirlo, e indicarle la forma correcta de la expresión, se resistía a adoptarla, siguiendo apegado a su inclinación de huir sistemáticamente de la manera culta de hablar. De ahí el conocido diálogo entre el mayordomo y un peón:
-¿Trajiste los caballos?
-Sí señor, los truje.
-No digas truje, ya te he repetido muchas veces que debes decir, los traje.
-Bueno señor, los truje o los traje, la custión es que los truje”.
Al apellido García, invariablemente le agregaban un S final y lo convertían en Garcias.
Decía Justamente por Bustamante, y en cambio Butiérrez por Gutiérrez.
Hermeregildo lo cambiaban por Meregildo, y a éste por Merejo, con lo que sufría el nombre primitivo una verdadera metamorfosis.” Que el autor escribió “metamórfosis”.
“De la misma manera se transformaba Nemesio, primero en Nemensio y finalmente en Mensio.
A Bahía Blanca la conocían por Badía, y a sus habitantes por Badiyeros. A la Magdalena le suprimieron la D y la nombraban Magalena; siendo sus pobladores Magalenistos. Es de observar que en este último ejemplo, no sólo suprimían una letra, sino que convertían –a su entender- el nombre en masculino, con el cambio de la A por una O en la última sílaba.
Estas terminaciones en A para lo que fuese masculino, era algo que por más buena voluntad que pusiesen en entenderlo, no lo lograban; y tengo siempre presente lo que me ocurrió al bautizar un perro. Tuve la poca suerte de darle el nombre de Alerta: el que fue modificado por Alerto, argumentando que para llamarse Alerta tendría que ser del sexo femenino. Insistí mucho en corregir la desfiguración del nombre, pero sin conseguirlo, y eso que murió de viejo mi pobre perro...”.