
Signo de los tiempos. El síndrome del líder invisible
En el siglo en que la tecnología facilita la comunicación como nunca en la historia de la humanidad, quienes están en la cima del poder se consideran víctimas de la invisibilidad. Justo ahora, ...
En el siglo en que la tecnología facilita la comunicación como nunca en la historia de la humanidad, quienes están en la cima del poder se consideran víctimas de la invisibilidad. Justo ahora, que hay videocámaras hasta en los pasillos del bazar chino, los líderes mundiales sufren el síndrome de Griffin, el personaje de H. G. Wells de El hombre invisible. Al punto que tomaron como cierta la ciencia ficción y usan con fervor el neologismo “invisibilizar”.
Según esta tesis que desafía las leyes de la óptica, personajes con presencia sostenida en pantallas sienten que su invisibilidad solo puede ser remediada con medios propios que los muestre como ellos quieren. Y aunque Latinoamérica fue pionera en los programas presidenciales de Hugo Chávez y Rafael Correa, el know how ya se ha exportado a España. Pablo Iglesias ya es definido por Wikipedia como “expolítico y presentador de televisión”. Su nuevo “Canal Red” se vende a quien quiera sumarse a sus ocho mil suscriptores como “un medio que va a romper el bloque de poder mediático”. Sus videos repiten el mantra del club de los invisibles: “lo que no te mostraron”. Y si lo mostraron, entonces dirán que lo mostraron mintiendo.
Según esta tesis que desafía las leyes de la óptica, personajes con presencia sostenida en pantallas sienten que su invisibilidad solo puede ser remediada con medios propios que los muestre como ellos quieren.
El síndrome de Griffin, el invisible, equipara a los cuarentones como el exvicepresidente de España y al presidente de El Salvador, con los veteranos de México y de la Argentina. Políticos a derecha y izquierda, tan irreconciliables en otras posiciones, se ponen de acuerdo en acusar a los medios de que no tratan con justicia su excelsa persona. No darles todos los créditos que suponen merecer solo podría explicarse por una conspiración “hegemónica” en su contra, cargan al Estado con la producción “contrahegemónica” de su propio espectáculo.
De la presidencia de El Salvador son las escenas impactantes de una cárcel para cuarenta mil pandilleros, que incluye una toma de dron de Bukele acompañado por su equipo de filmación. Para responder a las críticas por los abusos de poder del estado de excepción que lleva un año, produce más escenas cinematográficas de reos rapados y en calzoncillos, amontonados y maniatados en el patio de la cárcel. Y las despacha por Twitter a la audiencia global. Al igual que la vicepresidente argentina enviará la transcripción literal, con anacolutos y todo, de su “clase magistral” en la que impartirá lecciones de “economía bimonetaria” sin dejar de recordar que los medios mienten y mentirán.
Cuando una periodista de “Animal Político” pidió detalles a Andrés Manuel López Obrador del espionaje a ciudadanos, el mexicano entendió que antes que presidente es el conductor de su programa de cada mañana. Y que mejor que con información sería responder con telenovela por lo que declama “El periodismo sirve a la gente cuando es profesional y objetivo. El periodismo de ustedes no está cerca del pueblo: ¡Están al servicio de la oligarquía! ¡Son pieza clave de ese grupo conservador y corrupto!”. Pausa y continua la programación habitual.
Políticos a derecha y izquierda, tan irreconciliables en otras posiciones, se ponen de acuerdo en acusar a los medios de que no tratan con justicia su excelsa persona. No darles todos los créditos que suponen merecer solo podría explicarse por una conspiración “hegemónica” en su contra, cargan al Estado con la producción “contrahegemónica” de su propio espectáculo.
Poder hegemónicoQue esas imágenes circulen incansablemente por los medios y las redes sociales no alcanza para curar el síndrome del hegemónicamente invisible. Su diagnóstico es reforzado por aportes intelectuales debatido en eventos como el Coloquio Internacional Patria, recientemente organizado por la Unión de Periodistas de Cuba. El periódico Granma, pionero desde 1965 en esto de publicar la versión invisibilizada, reporta las palabras de María Fernanda Ruiz, argentina que advierte a los cubanos que en internet “las grandes corporaciones hegemonizan el espacio virtual, dominan el escenario comunicacional, responden a los intereses de las oligarquías y se distancian de nuestros pueblos”. Lo dice una funcionaria del Estado argentino desde 2007 (según comparte desde su cuenta en la gran corporación LinkedIn) a cargo de emprendimientos millonarios “contrahegemónicos”: Canal Encuentro, TV Pública, cátedras vitalicias en universidades conurbanas y, recientemente, en la Subsecretaría de Gestión de Espacios y Proyectos Especiales del Ministerio de Cultura de la Nación, a cargo de la Comunicación de Tecnópolis, el Centro Cultural Kirchner y el Centro Cultural Borges.
La paradoja de los invisibles es que se indignan si el periodismo publica que López Obrador espía personas; que Bukele hace pasar por marketing de mano dura lo que serían acuerdos de cese el delito con las maras. O cuando los medios difunden los fundamentos de la condena de Cristina Fernández por delitos contra el Estado. Entonces confunden invisibilidad con impunidad.
Analista de medios